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Yo me dije: “Que hablen los mayores
    y que los de avanzada edad enseñen su sabiduría”.
Pero es el espíritu de Dios el que da sabiduría al ser humano;
    y el aliento del Todopoderoso hace que la gente entienda.
El anciano no es el único que es sabio,
    ni los viejos los únicos que pueden impartir justicia.

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